Vamos a dejar las cosas claras desde el principio. Nací en Bilbao y, como muchos bilbaínos, tengo esa mezcla de cabezonería y ganas de hacer las cosas a mi manera. Es decir, que todos los tópicos que hayas escuchado sobre nosotros, yo los acepto.
Desde joven estoy enamorado del deporte, sobre todo el entrenamiento de fuerza. Aquí en Euskadi ya sabéis que se llevan mucho, aunque no todo es levantamiento de piedras, que seguro que es lo que estás pensando.
En mi caso, me gustaba pasar horas en el gimnasio, no solo por el ejercicio, sino por el ambiente. Por eso, hace ya varios años, decidí montar mi propio gimnasio en Bilbao. No fue fácil, pero lo conseguí.
El gimnasio fue mi vida durante mucho tiempo. Empecé con poco, como suelen ser estas cosas, unas cuantas máquinas, un local pequeño, mucha ilusión y la ayuda de algunos amigos, que tengo que agradecer que se portaron genial
Así, con el tiempo, fue creciendo. Sin embargo, también me fui dando cuenta de las dificultades que hay para sacar adelante un negocio en España. Entre los impuestos, la burocracia, los costes y lo complicado que es encontrar un hueco en un sector tan competitivo, llegó un momento en que empecé a sentir que había tocado techo. Y es que los emprendedores en España, en estos momentos, estamos mal visto. Y ojo, que en el País Vasco es cierto que tenemos mejores condiciones por nuestra situación fiscal.
Por curiosidad empecé a mirar qué se estaba haciendo fuera. Tengo amigos que viven en Francia, y todos me hablaban de cómo allí la cultura del deporte y del fitness está más arraigada. No solo van al gimnasio para “ponerse cachas”, sino como parte de su estilo de vida. Además, la gente valora mucho el asesoramiento, la atención personalizada, el trato cercano… justo lo que siempre quise ofrecer en mi negocio. Vamos, que en España tenemos todavía mucho que aprender.
Un día, casi sin pensarlo, me dije: “¿Y si monto un gimnasio en Francia?”. Al principio parecía una locura, porque era otro país, otro idioma, nuevas leyes, nuevos clientes. Pero cuanto más lo pensaba, más me gustaba la idea. Y claro, como os he dicho, cuando a un bilbaíno algo se le mete en la cabeza…
Así que lo hice
Busqué una ciudad francesa que no estuviera demasiado lejos de la frontera, por cercanía y por logística, y encontré el lugar perfecto. Un local amplio, bien situado y con potencial. Decidí que iba a llevarme mis propias máquinas, las mismas que tenía en Bilbao. No quería empezar de cero ni invertir una fortuna en equipamiento nuevo, así que contacté con una empresa de transportes especializada, Star Cargo.
La verdad es que fue todo un acierto. Ellos se encargaron de todo el traslado desde Bilbao hasta Francia. No fue poca cosa, porque las máquinas de gimnasio pesan lo suyo y había que desmontarlas, embalarlas, transportarlas y volver a montarlas en destino. Pero trabajaron con una profesionalidad increíble. En pocos días, tenía todas mis máquinas en el nuevo local, listas para empezar una nueva etapa.
Los primeros meses fueron intensos. Tuve que adaptarme a las normativas francesas, a la forma de trabajar allí y, sobre todo, al idioma. No voy a mentir: al principio me costó. Pero los franceses, y tengo que ser sincero, cuando ven que te esfuerzas por integrarte y ofrecer un servicio de calidad, te lo reconocen. Pese a ser extranjero, vinieron clientes y luego el boca a boca hizo el resto. No necesité ninguna campaña de redes sociales ni de marketing.
Una de las cosas que más me sorprendió fue la mentalidad que tienen, tengo que reconocerlo. En Francia, la gente se toma el fitness de una forma más estructurada. No van solo por estética, sino por salud, bienestar y equilibrio. Les gusta que les propongas rutinas personalizadas, que les expliques por qué hacen cada ejercicio. En España, muchas veces se busca más el resultado rápido; allí, la constancia y el método tienen más valor, y eso la verdad es que está mejor.
Hoy, la verdad es que sigo pensando que fue la mejor idea que he tenido en mi vida. No reniego de mis raíces, ni mucho menos. Bilbao siempre será mi casa. Pero haber dado el salto a Francia me permitió crecer, no solo profesionalmente, sino también como persona.
A veces me preguntan si volvería a montar otro gimnasio en España. No lo descarto, pero de momento me quedo aquí. Soy feliz y creo que tengo mucho más margen para seguir creciendo.



